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La creciente demanda de lectores de libros electrónicos augura una revolución en la forma en la que se accederá a las novelas y a los libros de texto
Hace no demasiado tiempo los melómanos comenzaron a observar con melancolía sus extensas colecciones de discos. Interiorizaban la certeza de que estaban destinadas a desaparecer con la llegada del formato MP3 y los aparatos portátiles capaces de reproducirlo. Aquellas estanterías llenas de vinilos y discos compactos se iban a ver pronto condensadas en reproductores como el iPod. Ahí cabía toda la música.
Los bibliófilos también podían presentir que tarde o temprano sus bibliotecas pasarían por el aro de la digitalización. Por aquel entonces ya comenzaban a destacar diversas iniciativas centradas en la digitalización de las obras libres de derechos de autor, como el Proyecto Gutenberg, para ofrecerlas gratuitamente en la Red. Unos años más tarde se presentó la iniciativa Google Print, por la que el buscador se propuso digitalizar 15 millones de libros en 10 años.
Un cambio largamente esperado
A diferencia de lo ocurrido con la música, el cambio de formato en el mundo de las letras está tardando más de lo previsto. Si bien la calidad de una canción apenas merma del CD al MP3, todavía resulta mucho más cómodo leer sobre papel que sobre pantallas convencionales (en el móvil o en el ordenador). Pero la llegada de los primeros lectores de "tinta electrónica", liderados por el dispositivo Kindle de Amazon (el que para muchos será a los libros electrónicos lo que el iPod a los reproductores digitales de música), empieza a resquebrajar buena parte de los prejuicios y reticencias.
Un libro electrónico no deja de ser un ordenador barato, de un tamaño similar a un libro fino y pequeño, pero que no tiene una pantalla convencional, sino una de 'tinta electrónica', que no cansa la vista y que apenas se parece a una convencional. Las pantallas LCD de los ordenadores emiten luz y ofrecen poca definición porque la imagen se está generando continuamente: da igual que estemos viendo un vídeo o leyendo un documento, siempre se están regenerando decenas de veces por segundo. Las pantallas de "tinta electrónica" están compuestas de multitud de bolas de un color por cada lado que giran en función de la imagen que quieran mostrar (como un mosaico en las gradas de un estadio). Así, la imagen es estática hasta que pasemos de hoja, lo que redunda en una vista más descansada y en un consumo ínfimo de batería (sólo gasta cuando muestra otra hoja, esto es, cuando cambia la orientación de las bolas).Un libro electrónico puede funcionar semanas sin necesidad de recargar electricidad.
El negocio de Kindle
El resultado final son aparatos como Kindle, que comercializa el gigante del comercio on line Amazon (299 dólares, unos 215 euros); Papyre, que vende la empresa española Grammata (299 euros); Reader de Sony (entre 350 y 500 euros según modelos) o iRex Iliad (550 euros). Tienen el aspecto, el peso y las dimensiones de un libro de tamaño medio, pero son pequeños ordenadores planos con una pantalla y unos pocos botones para manejarla. Estos y otros dispositivos comercializados al gran público han generado en Estados Unidos y los países del norte de Europa un gran apetito por la literatura electrónica.
De repente, la demanda de versiones digitales de los libros que se encuentran en las librerías se ha disparado, para sorpresa de las editoriales que poseen sus derechos. En el mundo editorial anglosajón la respuesta ha sido rápida y se ha acordado un modelo de negocio cerrado en el que se vende el lector Kindle con la condición de que se compren los libros sólo por el canal oficial y con sistemas anticopia. Con posterioridad, Amazon y los demás fabricantes de lectores reparten beneficios con las editoriales según el volumen de ventas. Es un modelo calcado al que Apple aplica a su reproductor de música iPod y su tienda iTunes Music Store.
El principal inconveniente: reduce las alternativas de compra de libros fuera de los servicios indicados. La gran ventaja es que ha servido para disminuir los recelos de las editoriales y lograr que se avinieran a digitalizar sus libros. Sin ellos, de poco sirven los aparatos lectores. Así, la oferta en inglés de libros electrónicos es amplia y actual, aunque se echan de menos multitud de títulos clásicos. Incluso Google está intentando entrar en el negocio apoyándose en el lector de Sony y ofreciendo su propio catálogo de obras, llamado Google Libros.
En el ámbito editorial hispano, sin embargo, los cambios se producen mucho más despacio y las reticencias continúan imperando. Los fabricantes del Papyre están llegando a acuerdos con editoriales españolas, según declararon en una entrevista en junio de este año a CONSUMER, pero la oferta sigue siendo pobre de momento, aunque la demanda crece día a día.
El cambio promete ser un 'boom' como lo ha sido el de la música digital, pero del mismo modo promete traer muchos problemas de derechos de autor y control de la difusión de contenidos. En estos momentos ya circulan por redes con las del Emule o Bittorrent centenares de miles de libros compartiendo espacio con las canciones, las películas y las series.
Algunas tiendas de libros electrónicos
- Bubok es un servicio web que permite tanto la edición como la venta de libros electrónicos. Cuenta con un catálogo corto por el momento, pero con algún autor interesante como Alberto Vázquez Figueroa, de que ofrece casi todas sus obras. El precio ronda los 1,20 euros por la descarga en formato PDF.
- Mi elibro es otra plataforma que permite tanto la compra de libros digitales como de su versión en papel. Dispone de un catálogo más amplio que Bubok pero también limitado. El precio de sus títulos ronda los seis euros y se descargan en formato PDF con sistemas anticopia.
- El Proyecto Gutenberg tiene una vocación pública, se puede colaborar libremente y se financia con las aportaciones de sus usuarios. Su objetivo es digitalizar la totalidad de obras escritas que se encuentran bajo el dominio público para distribuirlas gratuitamente. En lengua castellana ofrece una recopilación de títulos que incluyen a Pérez Galdós, los clásicos del Siglo de Oro, con el Quijote a la cabeza, o la obra de Blasco Ibáñez.
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