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Aunque no se sintetizó hasta 2015, el origen del borofeno se remonta a los años 90 del siglo pasado.

Hace más de dos décadas un grupo de físicos predijo su existencia utilizando unas simulaciones por ordenador que describían cómo los átomos de boro podían enlazarse entre ellos hasta formar una capa finísima de material de un solo átomo de espesor.

El borofeno ya está listo, y las expectativas de los grupos de investigación que están trabajando con estos cristales están por todo lo alto porque, al parecer, tiene un sinfín de aplicaciones en campos tan atractivos como la superconductividad o la fabricación de baterías, entre otros.

Este último es un semiconductor, lo que significa que dependiendo de las condiciones de presión, temperatura, radiación u otras a las que lo expongamos se comportará como un conductor de la corriente eléctrica o como un aislante. Podemos encontrarlo en rocas como el bórax o la colemanita, que se forman de manera natural debido a la evaporación del agua rica en sales de algunos lagos sometidos a altas temperaturas y ubicados en zonas desérticas.

También lo podemos encontrar disuelto en el agua del mar debido a la precipitación de las partículas de boro suspendidas en la atmósfera, así como a la erosión de las rocas que lo contienen y a su circulación a través del ciclo hidrológico, que explica cómo el boro disuelto en agua es transportado hasta los océanos por las escorrentías.

Para fabricar una lámina de borofeno es necesario enlazar los átomos de boro de manera que formen una única capa con un espesor de un solo átomo

De hecho, esta dificultad explica en gran medida el tiempo que ha pasado desde que se descubrió el borofeno gracias a las simulaciones por ordenador hasta que los científicos han conseguido fabricarlo en sus laboratorios.

No hace falta que entremos en detalles complicados, pero es interesante que sepamos que este proceso consiste en conseguir que un gas muy caliente que contiene átomos de boro se condense sobre una superficie muy homogénea de plata pura.

Los átomos de plata adquieren una estructura cristalina muy uniforme y son capaces de obligar a los átomos de boro a adoptar una configuración muy similar. De esta forma, cada átomo de boro queda enlazado con un máximo de seis átomos de este mismo elemento, dando lugar a la formación de una estructura hexagonal plana con forma de rejilla.

Sin embargo, esta fina lámina de átomos de boro no es completamente regular debido a que algunos de estos átomos no establecen enlaces con otros seis átomos de este elemento, sino solo con cuatro o cinco.

Por esta razón es sorprendente que los científicos involucrados en el análisis del borofeno hayan confirmado que este material es aún más flexible y duro que el grafeno, que, a su vez, tiene una dureza superior a la del diamante.

El grupo de investigación responsable de uno de los informes dedicados al borofeno más exhaustivos de cuantos se han publicado hasta ahora está integrado por físicos de las universidades de Xiamen (China), Singapur y Malasia, y en él explican que este material no sobresale solo por su extrema dureza y enorme flexibilidad.

Además, según estos científicos el borofeno es un excelente conductor de la electricidad, tiene un índice de termoconductividad alto (este parámetro mide su capacidad de transportar energía en forma de calor), es muy ligero, bajo las condiciones de presión y temperatura adecuadas se comporta como un superconductor, tiene una gran capacidad de captura de átomos de hidrógeno y es capaz de actuar como reactivo, por lo que, en teoría, podrá utilizarse en numerosas reacciones químicas.

Las propiedades fisicoquímicas de este material pueden manipularse actuando sobre la orientación y la distribución de los huecos en la estructura monocapa de átomos de boro.

Por esta razón, es probable que los químicos y los ingenieros de materiales encuentren la manera en el futuro de poner a punto distintas estructuras cristalinas de átomos de boro con diferentes propiedades, y, por tanto, con distintas aplicaciones.

Según los físicos que firman el trabajo dedicado al borofeno del que os he hablado unos párrafos más arriba, su ligereza, alta conductividad y elevada capacidad de transporte de iones lo colocan como un candidato ideal para fabricar los electrodos de las baterías de iones de litio, sodio, potasio, magnesio o aluminio que utilizamos actualmente.

Un apunte breve antes de seguir adelante: un ion es un átomo o molécula que no es eléctricamente neutro y que, por tanto, tiene carga eléctrica positiva o negativa. En el caso de las baterías ese elemento no metálico es el electrolito, que podemos definirlo como una sustancia que contiene iones, y que, por esta razón, actúa como un conductor eléctrico.

La liberación de la energía eléctrica se produce gracias a un fenómeno conocido como reacción redox (reducción-oxidación), que es un proceso químico en el que un conjunto de electrones viaja de un elemento a otro, alterando su estado de oxidación.

Borofenoestructura Esta imagen muestra la estructura de tres cristales experimentales de borofeno que tienen una distribución diferente de los átomos de boro y sus huecos.

Otra propiedad del borofeno de la que hablan estos científicos asiáticos en su interesantísimo informe es su alta capacidad de almacenamiento de hidrógeno, que en el futuro podría tener un rol fundamental en el desarrollo de nuevas pilas de combustible, entre otras posibles aplicaciones.

También destacan la posibilidad de utilizar las finas láminas de borofeno en la fabricación de supercondensadores con una densidad de energía muy alta y una gran estabilidad siempre y cuando, eso sí, se prevenga el contacto con el aire para evitar la oxidación del material.

La distribución de los huecos que quedan entre los átomos de boro del borofeno es en gran medida la responsable de que este material tenga la capacidad de comportarse como un superconductor

En este contexto el borofeno puede utilizarse para detectar no solo la presencia de moléculas de este gas, sino también de otros compuestos químicos potencialmente peligrosos, como el etanol o el ácido cianhídrico.

Por otro lado, como anticipé unos párrafos más arriba, la peculiar estructura cristalina que conforman los átomos de boro confiere al borofeno la capacidad de transformarse en un superconductor.

Precisamente, los huecos que quedan entre algunos de esos átomos debido a que una parte de ellos no establece enlaces con otros seis átomos de boro son en gran medida los responsables de que la superconductividad del borofeno sea factible. Gracias a esta propiedad es probable que este material pueda ser utilizado para fabricar los imanes superconductores que usamos, por ejemplo, en las máquinas de resonancia magnética nuclear de los hospitales, en los trenes que se desplazan mediante levitación magnética y en los aceleradores de partículas.

Y, por supuesto, no podemos pasar por alto las posibilidades que ponen encima de la mesa las propiedades mecánicas del borofeno, especialmente su dureza, ligereza y flexibilidad.

Es probable que, si los científicos consiguen superar los dos retos de los que vamos a hablar en la siguiente sección del artículo, el borofeno se pueda usar en la fabricación de blindajes y chasis para todo tipo de vehículos, como coches, aviones o barcos.

lo largo de este artículo hemos visto que los científicos conocen con mucho detalle las propiedades del borofeno, y esto ha provocado que sus posibles aplicaciones comiencen a aparecer en el horizonte.

Sin embargo, para que este material tenga un impacto directo en nuestras vidas los físicos, los químicos y los ingenieros de materiales tendrán que resolver dos desafíos que actualmente tienen una envergadura tal que intimida.

La deposición química de vapor, que es el método que se está utilizando actualmente, es un procedimiento bien conocido, pero no parece la solución idónea para producir industrialmente la cantidad de borofeno necesaria para que algunas de las aplicaciones de las que hemos hablado en este artículo sean posibles.

Esta característica provoca que sea necesario protegerlo con eficacia para evitar que se degrade, lo que unido a lo complejo que es fabricarlo y a la dificultad de producirlo en grandes cantidades lo encarecerá mucho.

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