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Desde hace unas cuantas décadas algunos expertos abogan por aprovecharse de las posibles sinergias entre ambos campos con un concepto que ya han acuñado como «agrovoltaica». No es nuevo, ni desde luego exclusivo de España, pero sí ha cobrado fuerza en los últimos años, a medida que reforzamos nuestra apuesta por la agricultura sostenible y las propias renovables. La idea consiste en instalar paneles solares en tierras dedicadas al cultivo o ganado en busca de un «win-win».

Quizás la más evidente sea un mayor aprovechamiento del terreno, un valor clave tanto para la agricultura, cuya extensión masiva está acabando con hectáreas de arbolado en otros puntos del globo, como para el sector energético, que empieza a llevar sus paneles a lagos y mares. Eso sin contar con que la agrovoltaica facilita además el propio autoconsumo con energías renovables en las explotaciones agrarias y reduce su huella de emisiones contaminantes. El despliegue de placas ayudaría por ejemplo a limitar la evaporación de agua en los cultivos, lo que reduce las necesidades hídricas de la tierra al mismo tiempo que redunda en la eficiencia de los propios paneles. Efecto similar se persigue con algunos proyectos pilotos repartidos por la India o EEUU que plantean el cierre de acequias con paneles fotovoltaicos.

Los paneles pueden servir también a modo de «parasoles» capaces de proteger los cultivos del granizo, aguaceros o incluso del sol durante las sequías y olas de calor. Los defensores de la agrovoltaica destacan cómo los paneles solares pueden proteger los cultivos del granizo o la lluvia, entre otras inclemencias meteorológicas, pero la otra cara de esa misma moneda es que proyectan una sombra que puede afectar a su productividad. Falta de luz y cultivos, ya se sabe, no siempre maridan bien. Hay modelos de agrovoltaica que usan instalaciones flexibles, capaces de mover sus módulos.

Otra opción es que incorporen softwares de seguimiento capaces de orientar los paneles o, una vez se depure lo suficiente la técnica, recurrir a los materiales para células fotovoltaicas semitransparentes en los que ya trabaja la industria. La agrovoltaica lleva el tiempo suficiente sobre la mesa para que no se limite a un simple planteamiento teórico. En España también tenemos alguna muestra. Hace solo unos días Repsol anunciaba una alianza con Powerfultree para explorar precisamente proyectos con este tipo de tecnología.

Más allá del reto que pueda suponer para los expertos en energías renovables o los propios agricultores, la agrovoltaica requiere también de la atención de las autoridades. Es el caso de Italia, que ya han definido las normas de la agrovoltaica, o Francia, donde Emmanuel Macron le dado «reconocimiento presidencial». En España, al menos en abril, la Asociación de Empresas de Energías Renovables apuntaba que se estaba trabajando en su desarrollo. Eso no quita, señala PV Magazine, que siga habiendo empresas que anuncian como agrovoltaicos proyectos en los que directamente no se desbroza la maleza bajo las placas o se usa ovejas para hacerlo.

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