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Son pequeños, desinhibidos, curiosos, traviesos y por supuesto se sienten irremediablemente atraídos por cualquier artefacto con luces llamativas. Los niños representan todo un quebradero de cabeza para cualquier ingeniero que diseñe robots… especialmente si estos robots desempeñan labores de seguridad, vigilancia y policía.
Cuando en enero de este año la compañía Knightscope presentaba su Robot vigilante K5, muchas empresas mostraron interés en hacerse con sus servicios. Mide algo más de un metro y medio de alto, pesa unos 130 kilos y, quizá lo más importante para algunas empresas, cobra menos que un vigilante de carne y hueso.
Entre las variadas funciones del K5 se encuentran vigilar posibles sospechosos de delitos en las instalaciones, identificar personas con antecedentes policiales, detectar cambios bruscos de temperatura que pueden indicar que se está produciendo un incendio…
Por supuesto no van armados y lo único que realmente pueden hacer si detectan alguna situación peligrosa es alertar a la seguridad del edificio para que actúen con mayor rapidez. Lo que sí poseen es una diversa dotación tecnológica que incluye una cámara de alta resolución capaz de grabar 360º, sensores térmicos y de movimiento, micrófonos ultrasensibles y un altavoz con el que pueden emitir mensajes de alerta o precaución.
Todo parecía funcionar a la perfección hasta que hace unas semanas, en un centro comercial de California, uno de estos vigilantes robotizados tiró al suelo a un niño pequeño de 16 meses y le pasó por encima del pie causándole algunos moratones y arañazos. La compañía argumenta que el niño corrió hacia el robot y comenzó a perseguirlo. El K5 intentó evitarlo girando varias veces pero en una de las maniobras de evasión golpeó al pequeño y terminó arrollándolo.
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Este tipo de incidentes son bastante habituales en Japón, país que ha abrazado con entusiasmo la robotización de numerosos sectores y en el que los vigilantes robóticos son frecuentes en multitud de lugares públicos, centros comerciales e instalaciones.
En este genial video podemos ver a qué se enfrentan los diseñadores de robots cuando programan las decisiones que una máquina debe tomar en cada momento.
Cuando un robot patrulla uno de estos centros comerciales, inevitablemente llama la atención de todos los visitantes. Si se trata de un adulto lo normal es que la interacción se quede simplemente en curiosidad y que la persona se aparte para dejar paso al robot. Sin embargo, cuando se trata de niños, sobre todo si no están vigilados por sus padres, las decisiones y actuaciones del robot pueden llegar a ser muy complicados.
Ver fotosDe hecho en las imágenes del vídeo podemos ver como los niños, no solo entorpecen los movimientos del robot sino que, frecuentemente, se animan a tocarlo, empujarlo y hasta golpearlo…
Para solucionar estos conflictos con niños, un equipo de ingenieros japoneses de las Universidades de Osaka y Tokio ha realizado una brillante investigación cuyos resultados acaban de publicar bajo el llamativo título de “Escapando del abuso social de niños hacia robots”

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