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El nombre de este material proviene del griego “plastikos” que significa que se puede moldear. Los orígenes se remontan hasta 1860 y se sitúan en los Estados Unidos. Cuenta la historia qué, debido a un descenso en las reservas de marfil, la empresa Phelan-Collander lanzó un concurso con un premio de 10.000 dólares para aquella persona capaz de producir bolas de billar sin marfíl en su composición. John Wesley Hyatt fue el ganador con su creación “Celuloide”, un compuesto obtenido de la disolución de celulosa en alcanfor y etanol. Posteriormente, ya entrado en el sigo XX, llegó Leo Baekeland y su “Baquelita” en 1907, una sustancia sintética que se podía moldear con calor y una vez fría se convertía en un material aislante, resistente y termoestable. Pero la verdadera revolución no llegaría hasta el 1926, una década después de que el mundo se viera envuelto en de la Gran Guerra,  cuando el Waldo Semon, en colaboración con la B.F. Goodrich Company ( este último nombre seguro que os suena como fabricante de neumáticos) desarrolló y sintetizó en archiconocido PVC (Cloruro de Polivinilo). Se produce a partir de la electrólisis de la sal, que proporciona el átomo de cloro, y del craqueo del petróleo y el refinado de la nafta que proporciona el etileno. De su unión se obtiene un etileno diclorado, que pasa a ser luego el cloruro de vinilo, y mediante la polimerización se convierte en el ya mencionado PVC. A partir de entonces, las posibilidades para crear cosas fueron infinitas y sus aplicaciones no tenía techo, y lo más importante para la industria, era muy barato producir con este compuesto. Pasados los años 30, vendrían otros plásticos como el Polietileno, el Poliestireno y el Nylon, hasta llegar a la actualidad, donde el PVC ya ha sido desterrado por una evolución sintética “más sana” son los Tereftalatos de Polietileno o PET, cuya principal aplicación es el envasado de productos alimentarios.

Desde su invención, el plástico ha tenido un impacto significativo en la industria, transformando muchos sectores y convirtiéndose en un material esencial en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, su uso masivo, indiscriminado, descontrolado y globalizado también ha llevado a problemas ambientales significativos como es la contaminación por microplásticos.

Pero, entonces ¿Qué son los Microplásticos? Los microplásticos y nanoplásticos son residuos microscópicos de plástico qué, de forma general, tienen un tamaño inferior a 5 mm y derivan, en parte, de la fragmentación de los macroplásticos. Técnicamente y hablando de una forma aún más precisa, los microplásticos serían aquellas partículas que varían entre 0,1 a 100 µm (1 micrómetro son 0.001 mm) y los nanoplásticos aquellos que tienen un tamaño aproximado de 1 a 100 nm (1 nanómetro son 0.001 µm)  Pero aún podríamos “rizar aún más el rizo” si nos vamos a la siguiente escala métrica negativa, entonces hablaríamos de picoplásticos (1 picómetro es 0.000001 µm) ¿Cuál sería el tamaño mínimo de estos residuos hasta de pasar a su forma molecular más elemental? Creo que lo más inteligente no es intentar catalogar los tamaños de estos resíduos y sí averiguar el verdadero impacto que estos tienen en la salud humana. Nos queda mucho por conocer y aún no hemos ni siquiera avistado la punta del iberberg...

Fotografía: zysplanet

Estos residuos plásticos, debido a su difícil degradación, permanecen en el medio ambiente durante décadas. Existen dos tipos de microplásticos y nanoplásticos según su origen: primarios y secundarios. Los microplásticos primarios son originalmente fabricados para tener ese tamaño, mientras que los microplásticos secundarios se originan a partir de la fragmentación de plásticos mayores.

En el ámbito de la Seguridad Alimentaria, la mayor preocupación en relación a esta situación de contaminación del medio ambiente y natural con estos materiales radica, a día de hoy, en la presencia de partículas de los mismos en muchos de los animales que incorporamos en nuestra dieta. Estos microplásticos pueden ser fácilmente consumidos por los animales marinos y, de esta forma, entrar en nuestra cadena alimentaria y, seguidamente, en nuestra dieta, ya que pescados y mariscos forman parte de la alimentación humana desde el origen de nuestra especie.

La creciente presencia de contaminación plástica en la cadena trófica genera preocupación ciudadana, ya que su presencia es ubicua y cosmopolita ocupando prácticamente todas la áreas geográficas del globo. Se han hallado en organismos acuáticos, en el del suelo, en el agua y alimentos de consumo humano tan básicos en nuestra dieta, como el azúcar, la cerveza, la sal marina o la miel, e incluso en el tejido pulmonar, sangre, placenta, esperma, meconios y heces.

¿En qué alimentos o bebidas están más presentes? ¿Cómo entran los microplásticos en las cadenas tróficas? ¿Y en la cadena alimentaria? ¿Y en nuestro organismo?

A estas y otras cuestiones responderemos en el siguiente capítulo de esta serie (no os preocupéis que no es Juego de Tronos, aquí los protagonistas estarán hasta el final…)

Autor: Emilio José Orovengua Lopez.

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