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Por Elena García de Guinea. El tiempo es oro, nadie lo duda. Aún más, es la dimensión específica que dicta el ritmo de nuestras existencias. Instante a instante, minuto a minuto, hora tras hora… Inexorablemente, las agujas del reloj van marcando su transcurso. Se nos gasta, por eso es tan precioso. Alguna batalla ya le hemos ganado, nuestra esperanza de vida se ha duplicado en este último siglo, pero él aún tiene la victoria final: sigue siendo limitado. Y mientras avanza, lo consumimos con desigual frecuencia en mil y una actividades que, si calculáramos el intervalo que nos lleva cada una en el cómputo total de la vida, más de uno se sorprendería. En esas tareas breves e indispensables, en las que consumimos sólo unos pocos minutos pero repetimos a diario, se nos va al final una gran cantidad de tiempo: a cepillarnos los dientes, por ejemplo, dedicamos ¡un trimestre de nuestra existencia! Unos cuantos días más, hasta 106 jornadas, invierte el organismo en función tan esencial como hacer pis.

Pero si la mayoría de estas ocupaciones se nos pasan inadvertidas, hay otras en las que empleamos un buen pedazo de nuestra vida y que, al resultarnos pesadas o poco gratas, las consumimos mirando lo lento que se mueve a veces el minutero.

¿Cuántas colas aguardamos, por ejemplo? A esperar turno en la fila del mercado o del autobús destinamos casi 2 años, ¡500 días! En rellenar formularios, se sacrifican 305 soporíferas jornadas. Por no hablar de los casi 10 años de media que estamos ocupados en trabajar, lo que supone aproximadamente una séptima parte de nuestra vida consagrada a la jornada laboral.

 Tabla de tiempos
Estar de pie30 años
Dormir23 años
Estar sentado17 años
Caminar16 años
Trabajar8-9 años
Comer6-7 años
Soñar4 años
Transporte urbano3 años
Ver televisión5 años + 303 días
Hablar y escuchar2 años
Reír1 año + 258 días
Cocinar1 año + 195 días
Estar resfriado1 año + 135 días
Cortejar y ser cortejado1 año + 139 días
Correr1 año + 75 días
Estar enfermo1 año + 55 días
Ir a la escuela1 año + 40 días
Festejar1 año + 10 días
Guardar colas500 días
Rellenar formularios305 días
Leer250 días
Telefonear180 días
Vestirse (hombre)177 días
Vestirse (mujer)531 días
Hacer la compra140 días
Afeitarse140 días
Lavarse (hombre)117 días
Lavarse (mujer)2 años
Hacer el amor110 días
Peinarse108 días
Hacer pis106 días
Cepillarse los dientes92 días
Depilarse (mujer)72 días
Defecar53 días
Llorar50 días
Saludar8 días
Rellenar impresos fiscales3- 6 días
Consultar el reloj3 días

Fuente: Science et Vie

Mucho tiempo ocupados, pero muy poco divertidos

Si analizamos esta tabla de tiempos, es triste pensar que, frente a los 3 años que gastamos en transporte o el año y 195 días que empleamos en quehaceres como cocinar, los periodos que se otorgan a aquello que nos divierte o resulta placentero se quedan en una insignificancia.

Para disfrutar de la lectura sólo contabilizamos una media de 250 días; con aún más breve lapso, 110 días, contamos en la vida para hacer el amor.

Nos resta el consuelo de que, si el tiempo es oro, también es relativo, y su percepción ha variado en su transcurso. En épocas pasadas en las que la existencia estaba marcada por la naturaleza, se tenía una noción cíclica del tiempo. Según Alvin Toffler en su libro La tercera ola, no existían unidades temporales fijas –horas, años– sino la conciencia de fragmentos indefinidos que equivalían al intervalo necesario para realizar cierta tarea (ordeñar una vaca, recoger una cosecha…)

Si a un niño le sobran, a un anciano le faltan horas

En Madagascar, la unidad de tiempo aceptada hoy es una cocción de arroz, lo que evidencia que la presunción de temporalidad tampoco es igual en todas las culturas, ni siquiera dentro de una misma sociedad actual, donde existen grandes diferencias entre cómo la percibe el que vive en el campo y el que sufre las horas punta de la gran ciudad.

Pero el tiempo es tan relativo que se hace elástico, encogiéndose y dilatándose con la edad, por ejemplo.

Y esa relatividad es tan patente que, según gustos, se perciben de forma distinta lapsos iguales –si entregar 23 años de la vida al sueño es para unos un bien necesario, para otros es un despilfarro– y marca diferencias en el modo en que consumen el tiempo ambos sexos: mientras la mujer invierte 2 años en lavarse, el hombre no ocupa más de 117 días en la tarea; mientras a ellos les bastan 177 días para vestirse, ella dedica 1 año más (531 días).

Aún así, a pesar de que el tiempo sea relativo y ya que indudablemente nos resulta tan sagrado, es un alivio pensar que en llorar sólo malgastamos 50 días de la existencia, una doceava parte de lo que invertimos en reír.

Para saber más: El estrés del tiempo. Ilse Plattner. Editorial Herder. Barcelona, 1995.

Y además…

Un bonus: multiplica por tu edad y divide por 69 cualquier dato de la tabla para saber cuánto tiempo llevas en tu vida haciendo eso.

Como este artículo se publicó en 1999 cuestiones geeks tales como «Cuánto tiempo pasas en Internet» no estaban siquiera presentes; tampoco otras del estilo «Cuánto tiempo pasas delante del ordenador» o «Cuánto tiempo pasas frente a la consola de juegos». Hoy en día algunos jóvenes dedican más de dos horas al día a estar con sus amigos en la red social Tuenti, y algunos adultos periodos similares en Facebook o Twitter, aunque sea a base de «tiempo fractal», a ratitos. Todas esas horas probablemente habría que restárselas al tiempo de la televisión y otras formas de ocio de finales de los 90. Si se calculara como en el artículo, los usuarios de Tuenti pasarían cerca de 30 días completos al año dentro el servicio, casi el 10 por ciento de su vida.

El final del artículo de Muy se habla de lo «relativo que es el tiempo» y cómo parece transcurrir más rápido para los adultos que para los jóvenes. [Altamente recomendable sobre esto, el libro Why Life Speeds Up As You Get Older]. Al leerlo me pareció una deliciosa confirmación de la teoría que Miguel nuestro lector hubiera calculado que lo había leído «a finales de los 80 o principios de los 90»: se equivocó por más de doble, pues él creía que el artículo era de al menos hace veinte años y en realidad se publicó en 1999, por lo que tiene tan solo una década.Vía Microsiervos.

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